lunes, 23 de marzo de 2009

La confesion del libertino

Mi vida, ¿acaso no lo vez? Lo que estas buscando es amor, y yo puedo darte todo eso y mucho mas… sin embargo no puedo renunciar a mi forma de vivir la vida… lo que me suceda con otros hombres y otras mujeres, no cambiara nunca lo que siento por ti. Nunca te fui infiel, después de todo siempre regreso con tigo, siempre estoy ahí cuando me necesitas, ¿Acaso no soy yo el que estuvo a tu lado en la enfermedad de tu padre? ¿El que cuido de ti cuando sufriste aquel accidente? ¿El que nunca te dejo sola?
Tienes que entender que decidí llevar una vida acorde a una línea de pensamiento, que quizás no sea la correcta, pero que aun así, decidí sostener hasta que muera… que es el único final cierto… aunque tu dios me condene, no la voy a dejar… mi decisión es clara, y probablemente sea una de las pocas cosas claras que he logrado ver hasta este momento. Voy a dejarme llevar por todo aquello que me produzca placer, después de todo, quien nos asegura que hay algo después de la muerte…
Si, ya se que según tu párroco existe una vida después de la muerte que va en correspondencia a las acciones que hicimos en la tierra. Que si fuimos castos y puros, nos espera un paraíso; pero que si fuimos libertinos e impúdicos, pagaremos por cada uno de nuestros pecados… pero nadie a demostrado que todo aquello sea verdad. Y si todo lo que nos depara la vida después de la muerte, es la oscuridad… ¿Pasarías una eternidad lamentándote y arrepintiéndote por no haber disfrutado cuanto pudiste en la existencia terrenal?
Al acabar de esa forma ¿Hubieras deseado haberte dejado llevar por los placeres mas elementales cuando pudiste?, ¿Haber sido totalmente egoísta y buscar lo mejor para vos misma en vez de pasar una vida en complacer y servir a otros?
Yo me decidí a ser feliz, pero a pesar de eso sigo siendo humano, y hay cosas que no puedo dejar de negar o desear, es por eso que a pesar de llevar la vida que llevo, me es imposible dejar de estar contigo… Sois la que me recuerda el verdadero sentido de aquello que nombran amor, que en si misma es solo una palabra, pero lo importante es lo que intenta representar, aquello que es tan basto y necesario que no tiene forma de explicarse… y que es lo que me produces cada vez que nos vemos… lo único que me hace regresar y estar con tigo cada minuto.
Y si es que me equivoco, pasaré la eternidad pagando por lo que he hecho y he de hacer aun, pero sino, se que va a de haber valido la pena mi presencia en la tierra… y eso es mejor que pasar la eternidad entre sollozos y lamentos; los míos y los de los demás que estarán junto a mi.
¿Me entiendes ahora?, ¿Vez por que no puedo dejar de vivir a mi manera?
Te cuento todo esto, porque es necesario que lo sepas, si es que deseas irte, lo entenderé, pero si te quedas, debes saber que no dejare de ser quien soy… la puerta esta abierta, sentite libre de hacer cuanto quieras…
Adiós…

martes, 17 de marzo de 2009

Como dijo Terminator: I'M BACK... Bitch


Después de mucho sin escribir, vuelvo a las andanzas… hoy, en San Patricio…
Muchos lo ven como una fiesta para emborracharse, pero detrás de todo eso, hay una gran historia -que no pienso relatar-, por mi parte. No soy un ferviente religioso, es mas, no creo en la iglesia, sin embargo un tipo que logro convertir a toda una isla sosteniendo en forma tan fervorosa su fe, merece todos mis respetos, por eso les digo, Feliz San Patricio.

Ahora paso a dejarles un cuento que no tiene nada que ver… la continuación de “El misterio tras el humo



Una semana había pasado desde que se había ido, dejándome helado, en el bar. Los primeros 3 días habían sido sencillos, pero luego la empecé a soñar, ella se había vuelto algo recurrente, distintas situaciones, que se desencadenaban desde el bar de Paternal, donde luego de hablar un rato mas nos enfrentábamos en sesiones maratónicas de el mas bajo e instintivo amor carnal, y cada vez que despertaba, la angustia me invadía.
Y con aquella angustia, unas desesperadas ganas de prender un cigarrillo; resulto raro, pero en vez de forzar su recuerdo, el humo alquitranado, apagaba mis ganas de verla. Era como si su esencia, aquello que me había seducido de ella, se encontraba tácito en las volutas de humo.
Su recuerdo me quemaba por las noches y me agobiaba durante el día. Se había vuelto insoportable, y lo único que sabia sobre ella era su nombre -un dato tan inútil como saber si le gustaban los gatos-; pero me decidí a buscarla, todas las noches iba al bar a fumar y beber unas copas, pasaba por los distintos turnos en la facultad de psicología de la UBA, y recorrí todas las facultades en su búsqueda –es increíble lo poco que uno razona en pro de una relación incierta-, pero no había rastros de ella. Todo lo humanamente posible -en este plano de la existencia- ya lo había intentado, incluso recorrí los mas de quinientos resultados que había tirado Facebook para el nombre Mariela. La necesidad de tenerla en mis brazos me llevo a visitar a una de esas falsas brujas del corazón –esas que pegan sus carteles en los postes de luz para que los jóvenes perdidos “encuentren” el amor-; el lugar estaba invadido por un olor que era una mezcla de inciensos aromáticos y orines de gato, quizás uno tenia la función de tapar al otro; luego de hablar media hora, prender ensamblar velas rojas, una con forma de cilindro, sin tapas, y la otra con forma de chota, y prenderlas… no paso nada, ni en el momento ni meses después… lo único milagroso fue, que en vez de perder cien pesos, perdí ochenta, gracias a dios que en esa situación; mi costumbre de regatearle a los chantas –es instintivo, no puedo evitarlo- se mantuvo en pie.
Lo peor de todo es que, como si mi sufrimiento fuera el placer maquiavélico de los hados. Cada vez que comenzaba a olvidarla, su recuerdo me azotaba en sueños o creía ver su silueta a lo lejos, y eso me garantizaba unas horas más de dolor.
Finalmente, una mañana de primavera, cuando se disipaba el humo del caño de escape de un colectivo de la línea 106 en pleno MicroCentro Porteño. La divisé a media cuadra, sin duda era ella. Su espalda, su cabello negro, su voluptuosa delantera que asomaba como una sombra desde sus costados, y su cintura… su cintura era la razón misma, por la que los hombres teníamos ojos, la forma en que se movía con toda armonía sin perder la compostura en cada paso, una maquina perfecta diseñada para la supervivencia de la especie… No podía dejar de mirarla… Hipnotizado crucé la calle…

Eso fue lo último que hice. Amanecí en una cama de hospital varios días después, y hoy solo puedo pestañar y pensar, pensarla, pensarla a ella, y sufrir, no por el dolor físico-que añoro gracias a la parálisis-, es algo mas, la sensación de no volverla a ver. Y no poder hacer nada para remediarlo.